Hoy en fecha tan especial quiero plantearme y
plantear algunos interrogantes a mis
compañeros de brega agremiados en este vocablo tan hermoso que irradia
magnificencia.
“Maestro (del lat. Magister) es alguien que ha
estudiado magisterio, es toda persona que enseña, dedica su profesión a la
docencia o brinda enseñanza a través de su ejemplo de alguna forma determinada”.
Somos de verdad maestros?, sentimos que amamos lo
que hacemos?
Es una misma verdad lo que enseñamos y exigimos a
nuestros alumnos y nuestro ejemplo que también enseña?
Hoy en Colombia se habla de una revolución
educativa y en ella se pide que se enseñe a nuestros iniciados las tan
nombradas y visionarias competencias; el mimo ministerio en un texto titulado
“Pedagogía de la enseñanza de la filosofía en la educación media”, define el
trabajo por competencias. “Se entiende por competencia un conjunto de
conocimientos, habilidades, actitudes,comprensiones,disposiciones cognitivas,
socioafectivas y psicométricas apropiadamente relacionadas entre sí para
facilitar el desempeño eficaz y con sentido de una actividad en contextos
relativamente nuevos y retadores” ; también aclara y enfatiza que el trabajo por competencias está muy lejos de
ser solamente memorístico, ya que las mismas competencias se evidencian en sus
desempeños que no son más que lo que cada uno hace con sus saberes; aprender no
es sinónimo de mecanizar.
También es cierto, que las normas educativas piden
en su visión, misión y filosofía, que eduquemos personas basados en valores, lo
cual implica que quien exige debe dar; por ello
cabe reflexionar si son verdaderamente basados en valores nuestros actos
educativos.
Por momentos se piensa que ser maestros nos vuelve
seres intocables, incólumes, soberanos, llenos de verdad, sin aproximación a la
equivocación; sin embargo la realidad nos enseña que si nos equivocamos y
además que ocasionalmente se reconocen estos errores.
Recordemos que es noble equivocarnos y reconocer el
error, sin necesidad de escudarnos en valías de seres cargados de omnipotencia
y superioridad frente a nuestros educandos. Es bueno pensar detalladamente que
con el ejemplo enseñamos más que cuando aplicamos páginas a nuestros alumnos
con la pretensiosa idea de ser repetidas de manera mecánica sin dar entrada a
la crítica, la reflexión y la autonomía que cada persona debe portar.
Dejemos que en la libertad de expresión con
inteligencia se habitúen al dialogo comprensivo, al trabajo en equipo, la
sabiduría del ser sociable, la integración social y no impongamos criterios
represivos, personales y egoístas sobre el bien común.
Dictamos la cátedra de ser competentes, exigimos a
nuestros alumnos valores por escrito y nos olvidamos que nuestros actos como
personas se alejan de ser ese ideal de valor y de trabajo por competencias.
Si hoy se celebra nuestro día reflexionemos hasta
qué punto somos consecuentes con lo que enseñamos con lo que vivimos.
Estas palabras no son más que una reflexión crítica
contextuada y una argumentación que nos pone a la mirada de una búsqueda
propositiva de mejoras como personas y como maestros.
Seamos amigos de nuestros estudiantes para
enseñarles a pensar y no para que hagan lo que pensamos; que cada uno explore
la toma de decisiones y que busque en el otro no un medio para llegar al fin,
sino un fin en sí mismo, ser personas humanas, libres, autónomas, sociales
afectivas, propositivos, que argumenten, basados en el bien común y no
individual.
Fomentemos en ellos la amistad, no la enemistas; la
felicidad, no la tristeza; la sabiduría, no la repetición irreflexiva y lo
mejor, el amor y no el odio entre ellos.
DIEGO DE J. LEMUS CANO
LIC EN FILOSOFÍA Y LETRAS